

Dijo Dios: “Bullan las aguas de
animales vivientes,
y aves revoloteen sobre la tierra
frente al firmamento celeste”.
Y creó Dios los grandes monstruos
marinos
y todo animal viviente que repta
y que hace bullir las aguas, según sus
especies,
y todas las aves con alas según sus
especies.
Y vio Dios que estaba bien.
Y los bendijo Dios diciendo:
“Sed fecundos y multiplicaos,
y henchid las aguas de los mares,
y las aves crezcan en la tierra”.
Y atardeció y amaneció: día quinto.
(Gén.1,20-23)
Ahora en el
quinto día Dios comienza a poblar “las aguas de por debajo
del firmamento” que había separado ya en el día tercero
(Gén.1,6-7).
Dijo Dios: “Bullan las aguas de animales vivientes”.
Las aguas simbolizan el
estado de los creyentes. (Así se ve en el segundo día de la
creación, y en el aviso de la
segunda trompeta del Apocalipsis (Ap.8,8).
Y así dice Job
hablando de Dios: “Los peces del mar te lo declararán
también” (Job.12,7-8). Los peces, los que viven en el mar,
son símbolo de los creyentes. Para declarar a Dios hay que
ser creyente. Ahí, en el mar, manda Jesús a pescar, a remar
mar adentro (Lc.5,4). El Apocalipsis nos dice que el mar
desaparecerá al final (Ap.21,1). Cuando así sea habrá ya
sido la manifestación gloriosa de Cristo a nivel universal.
Todos lo verán (Ap.1,7). Y al hacerse real ya los que eran
creyentes dejarán de serlo (porque se cree lo que no se ve
pero no lo que es ya evidente). A ello se refiere la
pregunta de Jesús a la que no le habíamos encontrado
respuesta: “Cuando el Hijo del hombre venga ¿encontrará la
fe sobre la tierra?” (Lc.18,8). La respuesta es no. Ya la
gloria de Dios se vive; en ese
momento es manifiesta.
Y aves revoloteen sobre la tierra frente al firmamento
celeste.
Es bueno
destacar cómo dice Job (Job.12,7) que las aves de los cielos
te mostrarán a Dios, pues para ver
las aves
de los cielos hemos de mirar hacia lo alto, y ahí podemos
ver las aves,
como símbolo de los hombres que perciben más de cerca
su Presencia, de los que están en
cercanía a Dios. Y
están simbolizando a los que viven una Vida en libertad, por
encima de ataduras, y que sirven también para
que otros miren a lo
alto y busquen a Dios.
Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal
que repta y que hace bullir las aguas según sus especies.
En este medio
que Dios nos ha concedido para ser purificados y regresar a
Él, nos pone ante nuestros ojos los animales marinos en
todas
las especies. De todos ellos si nos fijamos,
podríamos aprender algo, o mucho.
Para los que
viven en el mar,
para los creyentes,
también hay luchas. Ahí están los
grandes
monstruos marinos. Ahí están también
los animales
que reptan. Aparentemente el mar cuando está
tranquilo parece “un oasis de paz y silencio”, pero en él
también hay lucha por la supervivencia, se libran
batallas por
conservar la vida como
entre los animales en libertad de la tierra.
Esto nos
advierte que así también nuestras almas de creyentes han de
luchar por conservar la verdadera Vida en Dios, tienen que
afrontar aquí luchas para permanecer en Dios, porque el
enemigo está siempre al acecho para quitarnos la Vida y
hacernos su presa.
Y Dios no sólo
puebla el mar, sino que también crea toda clase de aves en
este día:
Y
todas las aves con alas según
sus especies.
Todas
simbolizan algo para nuestras vidas, desde las águilas que
vuelan más alto, (de las que podemos aprender de una vida
más cercana a Dios), hasta las aves de corral que vuelan
casi a ras de tierra, como las más apegadas al suelo, a lo
cotidiano. Jesús, incluso en la gallina, ve su lado tierno y
dice que Él querría cobijarnos como una gallina cobija bajo
sus alas a sus polluelos (Mt.23,37).
Simbolizan
las aves a
las almas que están entregadas a la providencia de Dios,
“porque las
aves no siembran ni riegan ni tienen graneros,
pero nuestro Padre celestial las alimenta” (Lc.12,24).
Podemos ver en estos signos, la confianza y descanso
absoluto en la voluntad de Dios. El Apocalipsis nombra al
“cuarto viviente” como un águila en vuelo (Ap.4,8), símbolo
de apóstoles. También las nombra la Biblia refiriéndose a
los que se encumbran a sí mismos: “Aunque alces como águila
tu nido, de allí te haré descender yo” (Jer.49,16).
Y como se nos
dice en el Apocalipsis, también hay toda clase de
aves
inmundas y detestables (Ap.18,2). Simbolizan a los que se
corrompen, comiendo de las abominaciones del mundo, aunque
tenían todo para disfrutar de la Vida tan cercana a Dios.
Los buitres nos sirven como símbolo de éstos porque se
alimentan de carroña: “Donde esté el cadáver allí se
reunirán los buitres” (Mt.24,28). Todo nos enseña para que
podamos distinguir y elegir nuestra forma de vivir. Toda la
naturaleza nos habla, y nos ayuda a buscar de Dios, nos hace
bien:
Y vio Dios que estaba bien.
Dios conoce que
el hombre puede entender lo que Él le habla, haciéndole ver
los seres del mar y las aves. Y el hombre puede aprovechar
esta lección magistral, y vivir en Dios, creyéndole,
en cercanía e intimidad en Él por encima de las cosas.
Y los bendijo
Dios diciendo: “Sed fecundos y multiplicaos, y henchid las
aguas de los mares”.
Dios bendice a
los peces y las
aves, simbólicamente, los creyentes y los que
viven en una cercanía a Dios, en la vida mística, los
elegidos; todos tienen la gracia de poder vivir cerca de
Dios, por encima de las cosas apegadas a
la tierra.
Pero
no han de vivir sólo para sí mismos sino que lo que
Dios da es para que otros también puedan recibir. Eso
significa, “sed
fecundos y multiplicaos y henchid las aguas de los mares”.
Podemos “volar”
cuando estamos tan cerca de Dios a pesar de las limitaciones
de nuestra condición humana,
la tierra
que somos, pues no somos ángeles; pero hemos de
volver a ser
tierra, a
la realidad de lo cotidiano. Por esto dice:
Las aves
crezcan en la tierra.
Nuestro
crecimiento es desde
la tierra
que somos; nuestra realidad natural está aquí. Y
nuestro alimento está aquí, en el día a día que no podemos
abandonar si queremos crecer en Dios, pues Él lo dejó así
dispuesto por su gracia.
Y aunque esta
humanidad cayó en las tinieblas, puede ver la Luz cuando
mira a lo alto y ve tantos seres que disfrutan de la
cercanía en Dios, porque se han abierto a recibir la gracia
que Dios les
hace llegar por todos los medios. Y muchos por medio de
ellos han visto
la Luz. Por esto se vuelve a decir:
Y amaneció y atardeció: quinto día.